Artículo publicado en El Mundo, 9/06/2013
El Sistema Nacional de Salud (SNS) vive
momentos de fuerte tensión presupuestaria ocasionada por la situación
económica. Sin embargo, más allá de la crisis, desde hace tiempo se apuntaban
elementos de tensión en su seno que requerían de cambios estructurales para
apuntalar su solvencia. El primer punto
a abordar para la mejora de la eficiencia en la atención sanitaria es reducir
el despilfarro. Limitar los procesos, productos y servicios que no aportan
valor (en términos de salud y calidad de vida) a pacientes y poblaciones o que
se utilizan de manera innecesaria (sobreutilización), al tiempo que se actúa
sobre casos de subutilización de servicios sanitarios en pacientes
que no reciben la asistencia que precisan. Otro aspecto destacable dentro de
este apartado sería actuar con programas explícitos sobre los problemas de seguridad y los efectos adversos, dado que constituyen
uno de los principales problemas evitables de salud de la población española.
En segundo lugar,
la credibilidad del ajuste presupuestario en la sanidad depende sobre todo
de la capacidad para evolucionar en un plazo razonable hacia una financiación
selectiva y uso racional de las prestaciones médicas, los medicamentos y las
tecnologías basada en el mejor conocimiento científico disponible. Se trata
de tomar en consideración de manera clara y explícita la dimensión de la
eficiencia (el balance coste efectividad incremental) en la toma de decisiones
relacionadas con la financiación pública, el precio y el uso adecuado de las
prestaciones sanitarias. Otro aspecto a considerar es el papel
que deben jugar las aportaciones de los usuarios-los llamados copagos Si no se desea que se convierta
en un impuesto sobre la enfermedad, el copago debe tener un papel recaudatorio limitado.
Sería más deseable un copago evitable y basado en criterios de efectividad, a
un copago lineal y obligatorio. Si es obligatorio, como es el caso actual, lo
óptimo es que sea de importe reducido para todos, que se acumule la cifra total
que paga un paciente por cualquier tipo de copago, con un límite máximo de
aportación o un porcentaje de la renta, dejando fuera del copago, o siendo muy
reducido, para pacientes con enfermedades crónicas. El tercer gran
aspecto a reseñar es la necesidad de integrar
los presupuestos compartimentados entre niveles asistenciales, orientando
los mismos a pagar por resultados en salud, en vez de pagar por actividad
asistencial.
El tercer eje pasa
por mejorar la coordinación entre niveles y sistemas. En este sentido,
hay un largo recorrido en mejoras de coordinación entre niveles asistenciales
avanzando en el rediseño del modelo asistencial para que este se oriente hacia
una gestión más eficiente de pacientes crónicos, pluripatológicos y frágiles.
Asimismo, otro aspecto esencial es tender puentes entre el sistema sanitario y el
sistema de servicios sociales e ir construyendo una cultura de la cooperación
entre ambos sistemas. En tercer lugar, se ha de ser consciente de que las
políticas de salud deben actuar sobre determinantes de la salud presentes en
ámbitos no sanitarios como el educativo, el laboral, el urbanismo o las
políticas fiscales, sin agotar la lista.
El cuarto eje es el más complejo de abordar
ya que supone un cambio cultural profundo dentro del SNS. La buena gobernanza de los sistemas sanitarios
debe apoyarse en valores fundamentales como son los derechos humanos, el cumplimiento
de las leyes y la democracia; y en principios rectores a los que responde la
sanidad pública: universalidad, equidad, y solidaridad. Pero las anteriores
normas deben ser complementadas por otros principios de gobernanza como la
transparencia, la participación de profesionales y ciudadanos en la toma de
decisiones, la justificación de las políticas de acuerdo a criterios explícitos
y la rendición de cuentas ante la ciudadanía.
El SNS está siendo uno de los estabilizadores
sociales clave en España para que la crisis económica no derive en una crisis
social de gran magnitud. Su solvencia y la posibilidad de desarrollar políticas
de salud que amortigüen los efectos de la crisis económica sobre la salud de
los ciudadanos pasarán necesariamente por conjugar la gestión eficiente de los
recursos con un especial énfasis en la equidad de las políticas implementadas. Los
cuatro ejes señalados marcan principios básicos de una agenda a desarrollar, en
el entendimiento de que los ejes no sólo son complementarios entre sí, sino que
difícilmente pueden acometerse reformas sensatas en el seno del SNS sin actuar
de manera conjunta sobre las mismas.
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